Soy todo tuyo, Señor
Señor, te pertenezco, pues me adquiriste a un alto precio, a un precio de sangre, tu sangre, así que te rindo mi vida, mis deseos, mis emociones, sentimientos, pensamientos, mi cuerpo, en fin todo mi ser; gobierna tú y dirige mi vida hacia ti, Dios mío. Que te pueda reflejar al mundo y esperar tu gloriosa manifestación.




