Hasta dar la vida.
Señor, gracias por todo aquello que me enseñas a través de las personas que no me son tan gratas, de las que me incomodan; pues sé que te son instrumentos para hacerme crecer, para enseñarme, entre otras cosas, el amor, la paciencia, la misericordia. Tú, Señor, eres mi escudo y fortaleza, eres mi gloria y quien mantiene alzada mi cabeza.




