El Señor es bueno y justo; él corrige la conducta de los pecadores y guía por su camino a los humildes; ¡los instruye en la justicia! Sal 25, 8-9
Lucas 21, 29-33
En aquel tiempo, Jesús propuso a sus discípulos esta comparación: “Fíjense en la higuera y en los demás árboles. Cuando ven que empiezan a dar fruto, saben que ya está cerca el verano. Así también, cuando vean que suceden las cosas que les he dicho, sepan que el Reino de Dios está cerca. Yo les aseguro que antes de que esta generación muera, todo esto se cumplirá. Podrán dejar de existir el cielo y la tierra, pero mis palabras no dejarán de cumplirse”.
Reflexión sobre la piedra preciosa inserta en el Sacramentario
Nuestra lectura del Evangelio de hoy termina con las palabras de Jesús "mis palabras no pasarán" o “no dejarán de cumplirse”. En los últimos días las lecturas del Evangelio nos han estado advirtiendo sobre el fin del mundo y que el mundo en el que vivimos desaparecerá algún día. Sin embargo, las palabras de verdad y vida serán existirán siempre. Cada vez que abrimos nuestras biblias, encontramos el tesoro de la Palabra de Dios en su interior. Algunos manuscritos medievales, también tienen un verdadero y literal tesoro en las portadas, adornadas con perlas, diamantes, zafiros, esmeraldas y metales preciosos. Durante la época medieval, los monjes solían producir libros escritos a mano y a menudo ilustrados.
El ejemplo que estamos viendo, El Sacramentario Berthold, se llama así por Berthold, el abad de Weingarten de 1200-1232 que lo encargó. Es uno de los más lujosos manuscritos alemanes y un gran monumento del arte románico. Aunque el manuscrito fue conocido anteriormente como el Misal Berthold, es, de hecho, un Sacramentario. A diferencia del Misal (que tiene todos los textos recitados por el sacerdote en la misa), el Sacramentario contiene sólo aquellos para el celebrante de la alta misa. El libro conserva su encuadernación original de metal mecanizado y piedras preciosas, que incluye representaciones de los santos patrones de la abadía (Martin y Oswald) y del propio abad Berthold.
No muchos manuscritos con estos tesoros, ya sean escritos del Evangelio o de los Sacramentos, han sobrevivido a los siglos. Como todo en este mundo, muchos han desaparecido pero el tesoro que lleva dentro, la Palabra misma, nunca pasará...