El espíritu da vida.

Naciones y pueblos todos, alaben al Señor, pues su amor por nosotros es muy grande; ¡la fidelidad del Señor es eterna! ¡Aleluya! Sal 117

Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Había allí, frente a él, un enfermo de hidropesía, y Jesús, dirigiéndose a los escribas y fariseos, les preguntó: “¿Está permitido curar en sábado o no?” Ellos se quedaron callados. Entonces Jesús tocó con la mano al enfermo, lo curó y le dijo que se fuera. Y dirigiéndose a ellos les preguntó: “Si a alguno de ustedes se le cae en un pozo su burro o su buey, ¿no lo saca enseguida, aunque sea sábado?” Y ellos no supieron qué contestarle. Lucas 14, 1-6

Si a alguno de ustedes se le cae en un pozo su burro o su buey, ¿no lo saca enseguida, aunque sea sábado?”. Hay que aclarar que el buey era un animal importante en esa época.  En la Gran Bretaña del siglo XIX, uno de los principales símbolos de estatus era poseer una magnífica vaca o un buey y hacer una pintura del animal. La corpulencia del animal era clave. Vemos vacas enormes, pero extrañamente sostenidas por cuatro patas flacas. A veces, los orgullosos propietarios también son pintados, para ser vistos admirando su creación. Los caballeros granjeros participaban en competiciones agrícolas, y ganar era un gran negocio.

Todo esto para decir que, cuando Jesús le dice a los abogados y fariseos que ellos también salvarían a su ganado de un pozo en el día sábado, habría resonado con ellos. El ganado era una posesión muy preciada. Jesús hace hincapié, una vez más, en que los fariseos habían permitido que los reglamentos y las normas se apoderaran de sus corazones. Se habían institucionalizado, en lugar de buscar ayudar a la gente que les rodeaba.