Ay, maestros de la ley!

Escucharé lo que el Señor va a decir; pues va a hablar de paz a su pueblo, a los que le son fieles, para que no vuelvan a hacer locuras. En verdad, Dios está muy cerca, para salvar a los que le honran; su gloria vivirá en nuestra tierra. Sal 85, 8-9 

En aquel tiempo, Jesús dijo: “¡Ay de ustedes, fariseos, porque pagan diezmos hasta de la hierbabuena, de la ruda y de todas las verduras, pero se olvidan de la justicia y del amor de Dios! Esto debían practicar sin descuidar aquello. ¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar los lugares de honor en las sinagogas y que les hagan reverencias en las plazas! ¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que no se ven, sobre los cuales pasa la gente sin darse cuenta!” Entonces tomó la palabra un doctor de la ley y le dijo: “Maestro, al hablar así, nos insultas también a nosotros”. Entonces Jesús le respondió: “¡Ay de ustedes también, doctores de la ley, porque abruman a la gente con cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni con la punta del dedo!” Lucas 11, 42-46

La estatuilla del Oscar es probablemente una de las esculturas más reconocidas del mundo. Poco después de la formación de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas en 1927, se discutió sobre la mejor manera de honrar los logros sobresalientes del cine. Nació la idea de un pequeño trofeo que pudiera ser entregado a los ganadores. El director artístico de MGM, Cedric Gibbons, diseñó una estatuilla de un caballero de pie en un rollo de película y empuñando la espada de un cruzado. La Academia encargó entonces al escultor de Los Ángeles, George Stanley, que convirtiera el diseño en una escultura tridimensional, y así nació la estatuilla de renombre mundial. Desde entonces, se han presentado más de 3.000. El rollo de película sobre el que se encuentra la figura presenta cinco fotogramas que significan las cinco ramas originales de la Academia: actores, directores, productores, técnicos y escritores.

Es un deseo natural de ser honrado. Ya seamos académicos, profesores, médicos, enfermeras, abogados o cualquier otro campo en el que trabajemos, nada es tan gratificante como cuando nuestros propios compañeros nos dicen que hemos hecho un buen trabajo y nos aplauden por ello. "¡Cuidado!” Jesús dice en la lectura de hoy. Nos recuerda con palabras claras que nuestras vidas deben ser vividas de tal manera que honremos a Dios y honremos a los demás... no para buscar el honor de nuestros compañeros como lo hacían los fariseos.

By Patrick van der Vorst y Br Juan Carlos Arias Bonet, LC