Una mujer cananea le salió al encuentro.

Yo he hecho desaparecer tus faltas y pecados, como desaparecen las nubes. Vuélvete a mí, pues yo te he libertado. Isaías 44, 22

Mt 15, 21-28  | Una mujer cananea le salió al encuentro.

En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: “Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Jesús no le contestó una sola palabra; pero los discípulos se acercaron y le rogaban: “Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros”. Él les contestó: “Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”. Ella se acercó entonces a Jesús y postrada ante él, le dijo: “¡Señor, ayúdame!” El le respondió: “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. Pero ella replicó: “Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Entonces Jesús le respondió: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Y en aquel mismo instante quedó curada su hija.

Este cuadro de Jean-Germain Drouais ganó el Prix de Rome en 1784, uno de los más prestigiosos galardones para cualquier pintor de finales del siglo XVIII. Cuatro años después, murió a los 25 años. Nuestra pintura (ejecutada cuando el artista tenía sólo 21 años) muestra una notable madurez. Vemos a Jesús rodeado de sus discípulos. Como dice nuestro Evangelio, sus discípulos fueron y le suplicaron. "Dale lo que quiere", dijeron, "porque está gritando detrás de nosotros". Vemos la figura de la derecha, probablemente San Pedro, rogando a Jesús que atienda a la mujer. El rostro de Cristo se aleja de ella, pero ella está de rodillas suplicándole que la ayude.  

Pero mirando nuestra pintura más de cerca hoy, vemos que Jesús y sus discípulos están descalzos. La mujer cananea lleva sandalias. El calzado no era, después de todo, tan común como lo es hoy en día. En las pinturas vemos a menudo a Jesús y a sus discípulos descalzos. Las sandalias protegen de cortes, moretones e impactos de objetos en el suelo. Sin embargo, el calzado también puede limitar la flexibilidad, la fuerza y la movilidad del pie. Por lo tanto, representar a los discípulos y a Jesús descalzos ayuda al pintor a transmitir su fuerza, honestidad y apertura; también revela la vulnerabilidad, además de ser un signo de humildad y honestidad.  

En cierto modo, la mujer cananea de la lectura de hoy aprovecha este sentido de honestidad. Su oración es muy directa, no es una oración cortés, limpia a Cristo. Ella es simplemente honesta al transmitir lo que hay en su corazón y lo que necesita. Nos da una lección sobre la oración... Nos enseña que debemos expresar nuestros verdaderos sentimientos a Cristo, sin máscaras...

By Patrick van der Vorst y Br Juan Carlos Arias Bonet, LC