«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Juan 15, 1-8
Querido Padre que estás en los cielos,
ante ti estamos como tus niños, levantando nuestros ojos a ti.
Somos pobres y necesitados, a menudo desdichados y atormentados.
Que tu mirada descanse sobre nosotros y nos de la ayuda que necesitamos.
Bendícenos cuando nos reunimos en el nombre de Cristo Jesús,
para que seamos un pueblo que aprende a servirte en todos los caminos que andamos,
aunque sean amargamente difícil.
Danos fe verdadera para cada momento.
Déjanos tener alegría y confianza por tu presencia entre nosotros tus niños,
porque estarás con nosotros para siempre,
hasta el gran tiempo de redención
cuando nos regocijaremos
con todas las generaciones pasadas y con todos los que viven hoy día.
Amén.