Amado Padre que estás en el cielo, ¡que grande es tu bondad y misericordia para todos nosotros en la tierra, que estamos sujetos al sufrimiento y la muerte! Que nuestros corazones sean fortalecidos por medio de tu bondad y mediante el poder salvador de tu naturaleza, revelado a nosotros en Cristo Jesús, nuestro Redentor. Protégenos y bendícenos esta noche. Que tu Espíritu nos ayude a encontrar omnipresente misericordia y bondad. ¡Alabado sea tu nombre eternamente! Amén.
Mateo 16, 13-19
En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”.
Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.
Reflexión sobre el cuadro
Todos conocemos las llaves de San Pedro. Normalmente se representa a San Pedro con las llaves en la mano. El escudo de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano incluye las llaves cruzadas para representar las llaves del oficio de San Pedro, el primer Papa y la roca sobre la que se construyó la Iglesia. A menudo, una de las llaves se representa en oro y la otra en plata. La primera representa el poder de atar y desatar en el cielo, la autoridad espiritual; la segunda representa el poder de atar y desatar en la tierra, la autoridad temporal. Por las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy, San Pedro y todos sus sucesores, gozan de autoridad plena e inmediata para enseñar definitivamente sobre nuestra fe y para pastorearnos según la mente y la voluntad de Cristo.
Jesús dio a San Pedro el puesto de autoridad porque era digno de confianza, muy fiel y utilizaba su sabiduría. Pero San Pedro fue también el hombre que negó tres veces conocer a Jesús. Jesús lo perdonó y mantuvo a San Pedro al frente de su Iglesia. Probablemente la razón por la que Jesús le dio a Pedro las llaves del reino fue porque Pedro realmente creía que Jesús era el Mesías, el hijo de Dios. Todos los demás discípulos amaban genuinamente a Jesús, pero en el momento en que Jesús le entregó las llaves a Pedro, éste ya había pasado de este profundo amor por su amigo Jesús a la verdadera creencia de que Jesús era el Mesías. Ya encarnaba el amor y la fe por Cristo.
En nuestro cuadro de Rubens, vemos a San Pedro sosteniendo ambas llaves, que representan el poder de desatar y atar en la tierra (la llave de plata que apunta hacia abajo) y en el cielo (la llave de oro que apunta hacia arriba). Sus ojos están especialmente bien pintados, brillando con fe y determinación, mirando hacia el cielo, de donde emana la luz en nuestro cuadro.