Ser y parecer.

Amado Padre que estás en el cielo, estás entre nosotros y te podemos llamar Abba, Padre amado. En el gozo de ser tus hijos queremos poner nuestras vidas en tus manos, para que sean hechas buenas y felices. Cuida de nosotros como el pastor apacienta su rebaño, para que podamos tener comunión unos con otros. Ayúdanos a entender que tienes muchos hijos aquí y en todas partes, y que una y otra vez llevas de la mano a cada hijo cuando le dices: «Tú eres mío. Yo cuido de ti». Te damos gracias porque tus ojos velan sobre todo el mundo. Te damos gracias porque gobiernas sobre toda la humanidad y traerás bienestar a todos sus habitantes, dondequiera que vivan. Que pronto suceda esto por medio de nuestro Salvador. A él clamamos: «¡Ven Señor Jesús; ven pronto! Que tu mano nos mantenga a todos cerca del Padre celestial». Amén.

Lectura del santo evangelio según san Marcos 7,1-13

En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén; y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Pues los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas).
Y los fariseos y los escribas le preguntaron:
«Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores y comen el pan con manos impuras?».
Él les contestó:
«Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito:
“Este pueblo me honra con los labios,
pero su corazón está lejos de mí.
El culto que me dan está vacío,
porque la doctrina que enseñan
son preceptos humanos”.
Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres».
Y añadió:
«Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: “Honra a tu padre y a tu madre” y “el que maldiga a su padre o a su madre es reo de muerte”. Pero vosotros decís: “Si uno le dice al padre o a la madre: los bienes con que podría ayudarte son ‘corbán’, es decir, ofrenda sagrada”, ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre; invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os transmitís; y hacéis otras muchas cosas semejantes».

Debemos manifestar la bondad de la creación divina

Somos creaturas de Dios y transitamos este mundo como peregrinos del mismo. Pero nuestro destino tiene una dimensión diferente de las criaturas y realidades que nos rodean. Cuando el autor del primer texto de la creación del mundo se cuestiona la naturaleza y fin de todos los seres y habitantes de la tierra, ve la mano de Dios, que con sabiduría y amor va configurando todos los entes que habitan nuestra realidad cósmica. Su relato repasa las diferentes entidades y especies, que día a día, Dios ha ido constituyendo para completar el universo. El firmamento, los mares, las hierbas, el sol y las estrellas, los peces y monstruos marinos…. todo está bien. Y reciben la bendición de Dios. Pero Dios se plantea crear al hombre a su imagen y semejanza. Hombre y mujer, los creó, y les da una identidad específica a imagen suya. Esta relación con Dios separa al hombre de los animales. Gozan de un parecido en inteligencia, voluntad, y poder con Dios, que les da prioridad sobre todo lo creado. Y concluye el relato con la consagración del séptimo día, el día del Señor, donde toda la creación glorifica a Dios y da gracias por su gratuita entrega creadora. Esta reflexión originaria debe hacernos reflexionar sobre nuestra dependencia de Dios y nuestra vocación como garantes de esa creación “que era buena”. El papa Francisco nos hace una seria advertencia en la “Laudato si” para que no perdamos de vista nuestra obligación de respetar esta naturaleza bien construida por Dios, para mantener un equilibrio y disfrute de todas las creaturas que participamos en este mundo, y nos invita a promover una ecología inclusiva, que haga posible la supervivencia de los pueblos y las personas.