Señor y Dios nuestro, nos presentamos a ti, fuente de todo ser. Tú has dicho a los humanos: "Yo soy tu Dios. No tendrás ningún otro dios aparte de mí. A nadie más honrarás sólo a mí, tu Dios". Gracias por este mensaje maravilloso. Ayúdanos a reconocerte a ti cada vez más, para llenar nuestros corazones de la bondad y bendición que ya existe en la tierra, y así nosotros te escuchemos decir a ti, Todopoderoso: “Humanos, deténganse. Hagan las paces. Entre ustedes ninguno es más importante que el otro. Recuerden que yo soy Dios de todos, de sur y a norte, de oeste a este, en los mares y en todas partes. Yo soy el único Dios, y por medio de Cristo Jesús ahora soy su Padre”. Amén.
En aquel tiempo, cuando Jesús iba de camino a Jerusalén, pasó entre Samaria y Galilea. Estaba cerca de un pueblo, cuando le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se detuvieron a lo lejos y a gritos le decían: “¡Jesús, maestro, ten compasión de nosotros!” Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Mientras iban de camino, quedaron limpios de la lepra. Uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó, alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias. Ese era un samaritano. Entonces dijo Jesús: “¿No eran diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a Dios?” Después le dijo al samaritano: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”. Lucas 17, 11-19
Hoy conmemoramos el día del Armisticio. En 1918, las Fuerzas Aliadas y Alemania firmaron el armisticio en Compiègne, para el cese de las hostilidades en el frente occidental, que entró en vigor en "la undécima hora del undécimo día del undécimo mes". Nuestra fotografía fue tomada en Filadelfia el mismo día en que se dio la noticia de paz allí. Fue tomada el 11 de noviembre de 1918, y vemos multitudes llenando las calles, en el centro vemos una réplica de la Estatua de la Libertad.
Alrededor de 17 millones de personas, soldados y civiles, murieron durante la Gran Guerra: una cifra asombrosa. Sin embargo, a veces parece que la brutalidad de la Primera y Segunda Guerra Mundial no nos ha enseñado ninguna lección. Nos hace darnos cuenta de cómo ahora, incluso en estos tiempos difíciles de pandemia, tenemos que apreciar la paz. La paz es muy valiosa. La paz nos da el espacio para nutrir nuestra amistad con Dios y vivir en la esperanza. Por lo tanto, es triste que incluso en tiempos de paz veamos que la dignidad humana, la libertad, la vivienda... todavía se niegan a un gran número de mujeres y hombres de nuestra sociedad. Mientras que hoy rezamos especialmente por todos nuestros hermanos y hermanas que han caído durante las guerras, también rezamos por aquellos que todavía no viven en paz o con la dignidad que merecen. Que nuestro Dios de la paz los bendiga a ellos y a nosotros.
By Patrick van der Vorst y Br Juan Carlos Arias Bonet, LC