La luz verdadera que alumbra a toda la humanidad venía a este mundo. Aquel que es la Palabra estaba en el mundo; y, aunque Dios hizo el mundo por medio de él, los que son del mundo no lo reconocieron. Vino a su propio mundo, pero los suyos no lo recibieron. Pero a quienes lo recibieron y creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Juan 1, 9–12
El pintor que estamos viendo hoy, François Boucher, estaba perfectamente sintonizado con su público, por lo tanto hacía muchas pinturas frívolas, celebrando el color, la emoción y el juego. Él era proveedor de las Cortes Reales de Francia (nuestro cuadro se encuentra todavía en Versalles), por lo tanto pintaba principalmente lo que sus clientes querían ver. Aunque es más conocido por sus pinturas sensuales, nuestra pintura muestra un lado más sobrio y más serio. Los bordes del lienzo son oscuros, es de noche. El mar es salvaje. Los ángeles miran desde los cielos. San Pedro ha dejado la barca y ha empezado a caminar hacia Jesús sobre el agua, pero tan pronto como sintió la fuerza del viento, se asustó y empezó a hundirse. ¡Señor! ¡Sálvame!', gritó. Jesús ahora está extendiendo su mano. Pedro mira a Jesús en total dependencia. Es un momento de unión espiritual compartido por los dos. Los otros discípulos miran hacia otro lado, temerosos aún de la marejada y la tormenta.
Me encanta la figura de Pedro representada en nuestro cuadro. Siempre el discípulo aventurero, quiso mostrar su confianza y amor por Cristo de una manera notable. Pensó que si Jesús era capaz de caminar sobre el agua por sí mismo, seguramente Jesús le permitiría caminar sobre el agua también. Todo estaba bien, Pedro caminó hasta Jesús, manteniéndose completamente centrado en Él. Pero entonces nos dicen que sintió la fuerza del viento y comenzó a hundirse. Quitó los ojos de su amigo, perdió la concentración y empezó a cuestionar las cosas. ¿Qué estoy haciendo en medio del Mar de Galilea caminando sobre el agua? ¿Qué tan fuerte es esta tormenta? ¿Sobreviviré? ¿Llegaré a Jesús? Todos nos identificamos con Pedro. Pero Jesús no dejó que se ahogara ni un poquito para darle una lección. No, se nos dice que Jesús extendió su mano de inmediato y lo sostuvo... mientras nos hundimos en nuestros propios mares de preocupaciones a veces, Jesús nos agarra de la mano... Todo lo que tenemos que hacer es enfocarnos en Él, depender de Él.
By Patrick van der Vorst y Br Juan Carlos Arias Bonet, LC