El amor del Señor no tiene fin, ni se han agotado sus bondades. Cada mañana se renuevan; ¡qué grande es su fidelidad! Y me digo: ¡El Señor lo es todo para mí; por eso en él confío! Lamentaciones 3:22–24
Querido Padre que estás en los cielos, gracias por guiarnos a nosotros tus niños aquí en la tierra. Gracias, pues aunque pasa lo que pasa, una y otra vez podemos tener alegría, porque tú nos das lo que es bueno aun en tiempos malos y cuando tenemos tristeza. Te damos gracias que tu bondad y fidelidad penetran todo, y al final penetran nuestro corazón. Entonces podemos saber y regocijarnos que es tu Espíritu quien nos guía; saber que nunca estamos solos y que podemos recibir fuerzas para ayudarnos en la lucha y el trabajo de la vida. Todo se hace fructífero por medio de tu ayuda: bien y mal, vida y muerte, salud y sufrimiento. Todo te sirve por obra de tu Espíritu. Amén.
Christoph Friedrich Blumhardt