¡El Señor reina! ¡El Señor se ha vestido de magnificencia! ¡El Señor se ha revestido de gran poder! ¡El Señor afirmó el mundo, y éste no se moverá! – Sal 93, 1
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Velen y estén preparados, porque no saben qué día va a venir su Señor. Tengan por cierto que si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. También ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre. Fíjense en un servidor fiel y prudente, a quien su amo nombró encargado de toda la servidumbre para que le proporcionara oportunamente el alimento. Dichoso ese servidor, si al regresar su amo, lo encuentra cumpliendo con su deber. Yo les aseguro que le encargará la administración de todos sus bienes. Pero si el servidor es un malvado, y pensando que su amo tardará, se pone a golpear a sus compañeros, a comer y emborracharse, vendrá su amo el día menos pensado, a una hora imprevista, lo castigará severamente y lo hará correr la misma suerte de los hipócritas. Entonces todo será llanto y desesperación’’. Mt 24, 42-51
En nuestras aceleradas vidas, estamos continuamente tentados a simplemente caminar en el presente, sin hacer ningún esfuerzo para contemplar cualquier cambio que deba hacerse en nuestras vidas (espirituales). El día a día práctico está arrinconando el reino espiritual. Nos sentimos cómodos con la forma en que están las cosas, y no queremos realmente alterar nada, sin cavar mucho más profundo en la vida espiritual. Pero en la lectura de hoy, Jesús nos pide que vayamos más profundo y que tengamos una visión más larga de la vida.
Thomas Merton escribió: "Cada momento y cada evento en la vida de cada persona planta algo en su alma”. Debemos tomarnos el tiempo para ver qué es lo que está pasando en nuestras vidas, ver nuestros pensamientos nuestras emociones, nuestros enojos nuestras alegrías… verlas y preguntarnos de donde vienen y hacia donde nos llevan.
¿Cuando Dios venga será como el cuadro que tenemos hoy de la Visión de Dios de Ezequiel pintada por Rafael? El profeta ve un hombre sentado en un trono formado por cuatro criaturas: un hombre (con alas), un buey, un león y un águila (símbolos de los cuatro evangelistas). El hombre le habla a Ezequiel, quien se da cuenta de que es Dios mismo quien le habla. Podemos ver a Ezequiel como la pequeña figura en la parte inferior izquierda del cuadro. San Jerónimo, uno de los Padres de la Iglesia (347-420 d.C.) usó las cuatro criaturas como símbolos para los cuatro evangelistas. El hombre alado era el símbolo de Mateo, el león de Marcos, el buey de Lucas y el águila de Juan.
By Patrick van der Vorst y Br Juan Carlos Arias Bonet, LC