Valores

La Unidad Educativa Madre Bernarda,  desde su filosofía humanista, asume la pedagogía de valores y privilegia la formación del ser sobre el saber y el hacer, sin descuidar  éstos últimos. Establece criterios claros y definidos sobre los valores que debe fortalecer, entre los cuales se encuentran:  

 

  • Valores Religiosos: trascendencia, fe, oración, Valores Morales: Honestidad, dignidad, transparencia.
  • Valores Estéticos: cuidado de sí mismo, cuidado y reverencia por la creación.
  • Valores Intelectuales: investigación, desarrollo del pensamiento lógico y crítico, creatividad. 
  • Valores Afectivos Sociales: convivencia, aceptación de las diferencias, trabajo en equipo, solidaridad, fraternidad, liderazgo,  democracia,  justicia, libertad, civilidad.
  • "Formando el SER se construye el SABER, Y se asegura el HACER". 

Y toma en cuenta sobre todo lo siguiente:

LA ESCUELA CATOLICA EN LOS UMBRALES DEL TERCER MILENIO

Introducción 1.

En los umbrales del tercer milenio la educación y la escuela católicas se encuentran ante desafíos nuevos lanzados por los contextos socio-cultural, y político. Se trata en especial de la crisis de valores, que sobre todo en las sociedades ricas y desarrolladas, asume las formas, frecuentemente propaladas por los medios de comunicación social, de difuso subjetivismo, de relativismo moral y de nihilismo. El profundo pluralismo que impregna la concienca social, da lugar a diversos comportamientos, en algunos casos tan antitéticos como para minar cualquier identidad comunitaria. Los rápidos cambios estructurales, las profundas innovaciones técnicas y la globalización de la economía repercuten en la vida del hombre de cualquier parte de la tierra. Contrariamente, pues, a las perspectivas de desarrollo para todos, se asiste a la acentuación de la diferencia entre pueblos ricos y pueblos pobres, y a masivas oleadas migratorias de los países subdesarrollados hacia los desarrollados. Los fenómenos de la multiculturalidad, y de una sociedad que cada vez es más plurirracial, pluriétnica y plurirreligiosa, traen consigo enriquecimiento, pero también nuevos problemas. A esto se añade, en los países de antigua evangelización, una creciente marginación de la fe cristiana como referencia y luz para la comprensión verdadera y convencida de la existencia.

La persona y su educación

9. La escuela católica se configura como escuela para la persona y de las personas. « La persona de cada uno, en sus necesidades materiales y espirituales, es el centro del magisterio de Jesús: por esto el fin de la escuela católica es la promoción de la persona humana ».(6) Tal afirmación, poniendo en evidencia la relación del hombre con Cristo, recuerda que en su persona se encuentra la plenitud de la verdad sobre el hombre. Por esto, la escuela católica, empeñándose en promover al hombre integral, lo hace, obedeciendo a la solicitud de la Iglesia, consciente de que todos los valores humanos encuentran su plena realización y, también su unidad, en Cristo.(7) Este conocimiento manifiesta que la persona ocupa el centro en el proyecto educativo de la escuela católica, refuerza su compromiso educativo y la hace idónea para formar personalidades fuertes.

10. El contexto socio-cultural actual corre el peligro de ocultar « el valor educativo de la escuela católica, en el cual radica fundamentalmente su razón de ser y en virtud del cual ella constituye un auténtico apostolado ».(8) En efecto, si es cierto que en los últimos años se ha prestado mayor atención y ha crecido la sensibilidad por parte de la opinión pública, de los organismos internacionales y de los gobiernos hacia los problemas de la escuela y de la educación, también hay que señalar una extendida reducción de la educación a los aspectos meramente técnicos y funcionales. Las mismas ciencias pedagógicas y educativas aparecen más centradas en los espectos del reconocimiento fenomenológico y de la práctica educativa, que no en aquéllos del valor propiamente educativo, centrado sobre los valores y perspectivas de profundo significado. La fragmentación de la educación, la ambigüedad de los valores, a los que frecuentemente se alude obteniendo amplio y fácil consenso, a precio, sin embargo, de un peligroso ofuscamiento de los contenidos, tienden a encerrar la escuela en un presunto neutralismo, que debilita el potencial educativo y que repercute negativamente sobre la formación de los alumnos. Se quiere olvidar que la educación presupone y comporta siempre una determinada concepción del hombre y de la vida. La pretendida neutralidad de la escuela, conlleva, las más de las veces, la práctica desaparición, del campo de la cultura y de la educación, de la referencia religiosa. Un correcto planteamiento pedagógico está llamado, por el contrario, a situarse en el campo más decisivo de los fines, a ocuparse no sólo del « cómo », sino también del « porqué », a superar el equívoco de una educación aséptica, a devolver al proceso educativo aquella unidad que impide la dispersión por las varias ramas del saber y del aprendizaje, y que mantiene en el centro a la persona en su compleja identidad, trascendental e histórica. La escuela católica, con su proyecto educativo inspirado en el Evangelio, está llamada a recoger este desafío y a darle respuesta con la convicción de que « el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado »(9).