Señor, creo en tu resurrección, creo que moriste por amor a mí y que te levantaste de entre los muertos con poder y que ahora vives y reinas eternamente. Por eso, en cada situación alzaré mi voz diciendo que tú vives.
El mundo ha intentado, de muchas maneras y aún lo intenta, de detener el anuncio del Reino, negando que Jesús haya resucitado y que la vida en abundancia sea posible, que hemos sido perdonados de nuestros pecados, que el Espíritu vive en nosotros; en fin, que somos una nueva criatura en Cristo.
Sin embargo, Jesús continúa saliéndonos al camino para decirnos: «No tengan miedo». Por ello ahora más que nunca, debemos mostrar con nuestra vida, con nuestras palabras, que Cristo verdaderamente ha resucitado, que vive en nosotros, que nuestra vida está unida a la de él. Jesús nos sale al encuentro en la Eucaristía, en la Sagrada Escritura, en nuestro mismo interior, para enviarnos a testificar que la muerte no lo retuvo, que ha vencido al pecado y nos ha dado vida y vida en abundancia.
Nada detendrá este anuncio, Jesús está vivo y es nuestro Señor. Amén. ¡Aleluya!