Creemos que has venido de Dios.

Santa María Bernarda Bütler, ruega por nosotros.

Espíritu de Dios, llena mi vida de tus dones para construir el Reino de los Cielos en este mundo que muere sin tu presencia, tu fuerza y tu amor; te entrego del todo mi persona para que te sea instrumento y así sea derramada tu gracia como aquel maravilloso día de Pentecostés.

Recuerdo de la fiesta.
Evangelio

Juan 16, 29-33

En aquel tiempo, los discípulos le dijeron a Jesús: "Ahora sí nos estás hablando claro y no en parábolas. Ahora sí estamos convencidos de que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por eso creemos que has venido de Dios".

Les contestó Jesús: "¿De veras creen? Pues miren que viene la hora, más aún, ya llegó, en que se van a dispersar cada uno por su lado y me dejarán solo. Sin embargo, no estaré solo, porque el Padre está conmigo. Les he dicho estas cosas, para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulaciones; pero tengan valor, porque yo he vencido al mundo".

Reflexión

Ser un buen cristiano nunca ha sido fácil, pues la vida cristiana muchas veces es contraria a la que nos propone el mundo. Muchos de sus criterios, sobre todo en temas como la justicia y la verdad no tienen mucho qué ver con lo que el Evangelio propone.

Esto provoca que los cristianos nos veamos tentados a abandonar este estilo de vida. Por ello Jesús nos dice: "Tengan valor, porque yo he vencido al mundo". Y nosotros podemos también vencerlo con la ayuda del Espíritu Santo. Dios mismo es la garantía de que podemos vivir realmente como auténticos cristianos y vencer al mundo, vencer nuestras tentaciones y todos los obstáculos que se presentan en nuestra vida.

Si las cosas en nuestra vida no han salido como lo esperábamos, si hemos sido perseguidos o rechazados, no nos descorazonemos: mantengamos presentes en nuestro corazón las palabras de Jesús y pidamos al Espíritu que venga en nuestra ayuda, nos consuele y nos fortalezca para que, como Jesús y con él, podamos continuar la construcción del Reino de los Cielos.

Actio

Cuando esté haciendo oración, personal o en comunidad, le pediré al Señor que vaya disponiendo mi corazón a recibir los dones que él quiera manifestar a través de mí y ponerlos al servicio de la Iglesia.

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